Miércoles 25 mayo
Como todos los días, 20 pacientes presenciales y 18 consultas telefónicas; en la primera consulta, a las 8,30 horas, la paciente coge el teléfono al tercer tono y se sorprende de la hora de la llamada Su cita la tiene a las 8 y media, le digo; ya. responde, pero “pensaba que me llamarían más tarde, cuando tuvieran un hueco”.
Siguen otras consultas telefónicas y entra Alberto, un paciente joven al que hace 2 meses tratamos una escabiosis. Acude acompañado de una amiga, que vive en otro pueblo. Comenta que su amiga tiene los mismos síntomas, que ya los tenia 3 meses atrás, que ha acudido a su médico en varias ocasiones, y le han dicho que es alergia. Alberto, tras estar con ella hace 10 días, también presenta picor y lesiones dérmicas. La chica no es paciente mía, pero no puedo dejar de explorarla, diagnosticarla de escabiosis, ponerle tratamiento y darle por escrito consejos de control del medio y convivientes.
La consulta se demora y llaman a la puerta de manera insistente. Salgo, compruebo que la luz roja está encendida, y me dirijo a la persona que está de pie en medio del pasillo, preguntándole que si ha golpeado la puerta. Responde que lleva esperando un cuarto de hora y que tiene prisa. Informo que está en un centro sanitario, que los horarios de las citas intentamos cumplirlos, pero que a veces llevamos retraso. Compruebo, además, que su cita es para otra consulta....Respiro hondo y entro en la mía.
La siguiente consulta telefónica es de la hija de una paciente fallecida hace unos meses, que está arreglando unos papeles, y pide un " papel " que diga que su madre estuvo viviendo con ella en su casa los últimos años. Y claro, se lo pide a su médico. A pesar de la pandemia, hemos mantenido la accesibilidad y los pacientes a veces usan la vía que consideran más rápida para conseguir lo que necesitan. Derivo a la trabajadora social para que la oriente....
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